jueves, 3 de abril de 2008

CRASH! BUM! BANG!

“Cada vez que me estoy enamorando, Crash! Boom! Bang! Encuentro el corazón pero luego me estrello contra el muro Crash! Boom! Bang! Es así, así es el juego, y el dolor permanece igual"

Crash! Boom! Bang!. Per Gessle

No realmente un tema cotidiano en mi vida. Sólo unos cuantos crashes!, un par de bums! Y tal vez un bang!
Pero sí he visto de cerca muchos casos. Algunos de mis amigos sí tenían como himno a “Crash! Boom! Bang!” y bueno, para qué están los amigos sino para escuchar, consolar, enjugar lágrimas y dar ese empujoncito para salir de las sombras y volver al escenario de la vida, con algunos rasguños y tal vez con un poco de pánico escénico pero que luego va pasando, poco a poco.
Pero cuando me pasó a mí. Cuando mis pies empezaban a dejar el piso, sólo con tenerlo cerca y mi corazón desconocía que no debía latir tan rápido porque sino su miocardio recibiría menos oxígeno; y te dicen que eres el chico más maravilloso y un gran amigo pero… que te quieren como eso precisamente, sólo como un amigo.
¿Qué pasó? Pues el piso que veías bajo tus pies ahora está sobre tu cabeza pues descendiste hasta el subsuelo y en picada, además; y el corazón, antes brioso y llenecito de ilusiones, se te para y hasta azul se te pone porque ahora sí sin oxígeno se quedó. Y caes, caes en un abismo sin fondo, mientras ves pasar y alejarse todos los sueños que tenías con él. ¿Por queeeeé? gritas a los cuatro vientos, pero ninguno de ellos tiene la respuesta.
Generalmente no hay respuesta a esa pregunta. Lo que alguien siente o deja de sentir no está comandado por la voluntad y eso es algo ya muy conocido. Pero igual nos aferramos a la vana ilusión en la que el objeto de nuestros anhelos decida reconsiderarlo y te vuelva a amar o a seguir intentando amarte.
Hace algunos años conocí a George, vía tradicional, es decir el chat del mirc (¿alguien lo usa ahora?) y luego, tras una conversación interesantísima que duró horas, pasamos a un medio más íntimo. No piensen mal, me refiero al msn messenger (R). Fue así que nos encontramos casi todas las tardes, él siempre conectado en su oficina y yo en una cabina pública.
Desde los primeros diálogos noté cierta tendencia depresiva y eso me puso en alerta. Ya había pasado por eso y no quería a alguien complicado o con bagaje traumático encima. Pero como lo opuesto a ser complicado es ser simple, le di otro adjetivo. Interesante, me dije, con un mundo interior muy rico, digno de explorarse. Me zambullí.
Yo tenía 26, ya con algunas vivencias ecologistas (léase: “de ambiente”), él 33 y recién saliendo a explorar el mundo gay. Había descubierto la disco o el “paraíso gay”, al cual yo no me animaba a entrar todavía.
Casi un mes de messenger y ya estaba listo para un primer encuentro. Mi cerebro ya estaba condicionado para que me gustase y eso pasó. Charlamos un buen rato, comimos algo y me propuso ir a la disco. Con la euforia del momento acepté encantado. Sistemáticamente empecé a indagar sobre sus gustos y aficiones, sorprendiéndome de las “enormes coincidencias” que teníamos. A veces confundimos esas coincidencias que más tienen que ver con el azar que con el hecho de haber encontrado a tu alma gemela. Que si le gustaba leer a Bryce, que se moría por tal canción de U2… Imagina que me pareció súper cool que su apellido fuera igual al apellido materno de mi abuelo paterno… ¡estábamos predestinados! ¡¡Já!!
Claro que sí hubieron detalles que hasta ahora hacen que una persona me caiga súper bien como que haya leído y le haya gustado “El Principito”, pero ahora sé que no se debe sacar conclusiones erróneas de esas coincidencias.
Esa misma madrugada ya nos sentíamos muy cerca el uno del otro y cuando me acompañó, nos besamos en el patio de mi casa entre las sombras de un amanecer que se aproximaba. No quisimos separarnos así que salimos nuevamente a la calle bajo una fina garúa y vimos el día aclarar y con él nacer muchas ilusiones y sentirnos cada vez más unidos, menos solos, inundados de ese feeling especial. Decidimos estar juntos.
Fue Una-Linda-Semana… Linda, porque sentí todo el paquete del enamoramiento; Una, porque eso fue lo que duró, una semana. Me dijo lo de ser amigos mejor el siguiente sábado en la discoteca. Dijo no estar preparado para una relación única (cosa muy opuesta a lo que había dicho, escrito y cantado durante esa semana), que yo ya había vivido mi etapa de descubrir y buscaba algo estable pero él recién se topaba con todo un mundo por explorar.
Decepción, sueños estrellados por querer volar antes de que le salgan alas y oh sí, muchas lágrimas. No delante de él, claro.
No se pudo salvar la amistad, pues a pesar de seguir en contacto un tiempo (nos veíamos en el gimnasio) no llegó a concretarse mucho.
Luego de recoger los trocitos aún sangrantes de mi pobre corazón y volver a unirlos para que siga latiendo, pude analizar mejor la situación y llegar a algunas ideas que luego pude aplicar con éxito para no “estrellarme contra el muro” otra vez entre crashes! bums! y bangs!
No me lamento de lo que me pasó, al contrario, valoro cada segundo en el que tuve el pecho vacío y la desesperanza más grande jamás imaginada, cada lágrima que desbordó mis ojos, pues aprendí a no entregar el corazón así de rápido y sin estar seguro pues es muy probable que lo entregue a alguien que no sepa que hacer con él.
Aprendí que el dolor más grande se hace pequeño y desaparece si dejas que el tiempo ejerza con sabiduría su poder curativo.
Aprendí que hasta en el momento más oscuro, la mano del amigo te encuentra y no deja que te quedes en el fondo del abismo. Gracias Ernesto por dejar que te estruje en un abrazo lleno de tristeza y te moje todo el hombro con mis lágrimas. Es algo invalorable y eterno. Aún ahora al recordar la escena, mis ojos se humedecen pero no por esa desilusión amorosa, sino por la gran alegría de tener un amigo como él.
Concluí además, que si bien es cierto se necesitan ciertos puntos en común, éstos no definen la armonía ni mucho menos aseguran el amor eterno. Se necesita más que eso para unir a dos corazones.
Comprendí que si no superas tus traumas o vives deprimido pues no podrás abrir el corazón a alguien más. George vivía oprimido de lunes a viernes y los sábados de disco entre música y mucho alcohol eran su idea de libertad. Yo sabía que eso no era cierto.
Pude salir de esa, un poco adolorido pero entero y más fuerte, con el conocimiento y el firme propósito de no volver a equivocarme. Mi experiencia no me garantizaba no volverlo a hacer por al menos iba a tener más cuidado.
Sé que a algunos les puede parecer exagerado haber sufrido tanto por alguien que sólo conoces unos días, yo también pensaba así hasta que me pasó, así que ahora tengo más respeto por el sufrimiento ajeno cuando alguien acude a mí por consuelo y eso me permite ser un apoyo más eficiente.
Así que ya sabes, si te pasa, acepta tus lágrimas y el dolor con valentía, algún día volverás a sonreír, serás más fuerte y sobretodo, tendrás los pies sobre la tierra cuando te vuelvas a enamorar.
(Escrito por Umbriel)

2 comentarios:

Kat dijo...

tu post me cayó a dedo

Juan Diego dijo...

Me gusta la crónica. Ambos tienen estilos distintos, peo amalgaman perfectamente un blog fluido, tierno, emotivo e inteligente.

Los felicito y abrazo a distancia.

Juan Diego