domingo, 20 de abril de 2008

UNA MAS DE PRIMOS

Casi siempre, nuestros primeros “amantes” suelen ser algún familiar cercano y en la mayoría de los casos, un primo. Bueno, hasta cierto punto es natural (?) porque dependiendo de la edad de nuestra iniciación son nuestros parientes lo que “más a mano tenemos” (¿o nos tienen?). Historias de primos existen muchas, cada quien tiene la suya, y yo no escapo a la regla.
Bernardo es mi primo hermano, siete años mayor que yo, en aquel entonces él contaba con catorce años recién cumplidos, era el típico adolescente surferito, de cabellos rubios, ojos verdes y cuerpo bronceado por tanto ir a la playa, vivía en San Antonio de Miraflores, una de las zonas más pitucas de Lima de aquel entonces. No se parecía físicamente en nada a mí, en realidad no parecíamos primos, pero nuestros padres eran hermanos. Una noche hubo una fiesta en mi casa, era ya muy noche y nos mandaron a dormir a mi cuarto, a mi cama. El no quería hacerlo, fue a regañadientes, a su edad ya estaba motivado por la música de moda, pero por sobretodo por el trago y en las fiestas de mi casa, eso era lo que siempre sobraba. ¡Qué fiestas aquellas!, con música pachanguera, mucho “tabaco y ron”, “los Pakines”, la salsa brava y el infaltable “caballo viejo”, los tíos cómo se divertían!!, yo los veía desde lo alto de las escaleras de mi casa, bailaban como locos haciendo sus piruetas como el famoso “reloj”, recuerdo los pisos encerados y brillosos acabar al día siguiente rayados y sucios, pero así eran esas fiestas. El hecho es que Bernardo fue con su padre (mi tío) a divertirse también, pero se encontró con gente mayor que no quería brindar con él por considerarlo aún un “niño” y eso era lo que más le enojaba, así que decidió hacer su propia fiesta, y asolapado en la cocina de la casa, se robó buena parte de las reservas de vino, de ron y de whisky y cuando mi tío se dio cuenta ya era tarde, Bernardo ya estaba mareado.
Es por eso que lo mandaron a dormir, y de paso yo también fui “castigado”. Así que entrando a mi habitación Bernardo se quitó la ropa renegando, camisa y pantalón cayeron tirados al piso, los zapatos volaron por los aires al igual que las medias, fue entonces que de mala manera me mandó arrimarme y se metió en mi cama. Recuerdo su olor (y también su aliento), esa mezcla de alcohol de los borrachos de cantina, pero también al de su perfume Old Spice. Ni bien puso la cabeza en la almohada se quedó dormido, y yo, niño, pero mañoso, aproveché la oscuridad de la noche para cumplir uno de mis sueños, tocar el cuerpo de mi primo Bernardo, el más guapo de todos mis primos, mi ídolo hasta entonces. Esperé un tiempo, minutos interminables y luego metí mano y toqué todo lo que quise, y por primera vez en mi vida sentí la erección de un adolescente, y me asusté al notar la diferencia de su cuerpo con el mío, pero me gustó. Bernardo despertó pero no me dijo nada, lo que pasó después, que les puedo decir, aprendimos muchas cosas los dos (¡mentira, yo le enseñé más!).
Después de esa noche, nos convertimos en cómplices de muchos encuentros durante varios años, tiempo en el que pude apreciar los cambios que sufre el cuerpo de un púber al de un hombre, el crecimiento de los vellos, tanto púbicos como en el pecho y piernas, la fuerza de los músculos de los brazos y pectorales, la barba nutrida y dolorosa en los besos cuando no estaba afeitada, el grosor de la voz y también los cambios de las costumbres, porque Bernardo ya no era un “niño” de catorce años cuando lo vi de esa manera por última vez, tenía veintiuno y yo para él seguía siendo su primito adolescente de “tan sólo” catorce años, pero bien vividos hasta entonces. Bernardo estudió Hotelería y se fue al Cuzco a trabajar. Está casado, tiene dos hijos que por mala suerte se parecen más a sus madres que a él (sí, madres!!!). Y colorín colorado este otro cuento del primo se ha terminado.
(Escrito por Oberón)

jueves, 10 de abril de 2008

TUS OJOS EN LOS MIOS

Seguramente muchos de nosotros hemos olvidado los nombres de todos aquellos hombres que formaron parte de nuestras experiencias amorosas; pero lo que si logramos recordar y perfectamente es la “primera cita”, pero ¿cuántas primeras citas habremos tenido a lo largo de toda nuestra vida?, en mi caso muy pocas, pero sólo una que vale la pena recordar.
Fue un sábado de semana santa cuando lo vi por primera vez, esperé unos minutos antes de verlo aproximarse a mí, con su caminar suave y elegante. Nos conocimos por una página de internet casi un mes antes, tiempo en el que estuvimos enviándonos cartas contándonos nuestras vidas y quehaceres, nuestros anhelos y también nuestros temores, y uno de ellos era justamente ese, el vernos por primera vez. Porque durante todo ese tiempo no nos enviamos ni una fotografía, ni una webcam por la cual mirarnos, nada, todo eran letras en cartas interminables, pero a la vez, las más lindas que había leído en mucho tiempo.
Coincidíamos en gustos en música, pero yo me quedaba chico en relación a lo que él sabía de ella, su gran almacén cerebral contenía infinitos nombres de canciones, letras y cantantes, conciertos, etc. pero lo más sobresaliente (al menos para mí) es que eran canciones en inglés, claro, reconozco que lo he estudiado, pero a ser una enciclopedia de música en inglés, solo él. Por supuesto tenía su género predilecto, el rock & pop y también su grupo favorito, mejor dicho, era un fanático de él, me habló de todos los discos originales que tenía, que los cuidaba como oro y se le iluminaban los ojos al hacerlo, hasta hoy, hasta siempre. Al cabo del tiempo, cuando ya estuvimos juntos yo incrementé sus gustos y le introduje nuevos cantantes, mis favoritos, como Michael Bublé, Josh Groban & Sarah Brightman, por mencionar a los más conocidos porque fueron más. Hoy al igual que yo también los escucha, y hasta me ha “robado”, por llamarlo así, la primicia de hablar de estos cantantes con nuestros amigos, no importa, el amor lo aguanta todo, hasta esa “piratería”.
Pero volviendo al día, y a la hora, sobretodo a esta última, once y media de la noche, casi domingo, yo saliendo del trabajo, él aún en el (de guardia). Pero eso no importó mucho para que nos citemos, porque era eso, la primera (y la más importante) de las citas. Fui directamente hacia el punto de encuentro, lo llamé a su celular desde una cabina telefónica situada en la esquina de su trabajo, hasta ese entonces no había pensado tener un celular, ¿para qué? me preguntaba, después de ese día, era lo que más quería, lo necesitaba!!!... felizmente lo obtuve fácil, a los días ya tenía uno, antiguo, un regalo, todo un ladrillo mi celular, pero servía y cuánto!!! éste me acercaría a él.
Y entonces, después de llamarlo, lo esperé parado en una esquina, cual novio a punto de casarse o cual reo a punto de morir, dependiendo si al vernos por primera vez nos gustaríamos o simplemente pasaríamos a ser el típico pata “buena gente” ante los demás. Y entonces, esos minutos eternos desaparecieron cuando lo vi aproximarse, y fue entonces que estando a tan solo un metro de distancia el uno del otro, sentí su voz llamándome por mi nombre y una mano aproximándose a la mía, pero lo más hermoso… me vi reflejado en sus ojos, grandes y hermosos, y supe desde ese instante que era él a quien había estado esperando toda mi vida.
La cita que duraría unos minutos, porque él seguía de guardia, se prolongó hasta más de las tres de la mañana, los dos dentro de mi carro escuchando música (como olvidar la primera que sonó al prender la radio: True Love, de la novela coreana “Todo por Eva” una de mis favoritas!!!) y hablando como si nos conociéramos de años, como grandes y antiguos amigos, hasta ese entonces nada estaba dicho, pero ya se predestinaba un futuro juntos.
Al llegar el momento de la despedida, él bajó de mi carro y me volvió a dar la mano, yo la sujeté fuerte y traje todo su cuerpo hacia mí dándole el primer beso (un piquito) en la boca y así coroné esa primera cita, la mejor que he tenido en mi vida.
Esa tarde, nos volvimos a ver, y así empezó lo que hoy 10 de abril de 2008 ya lleva cuatro años…
(Escrito por Oberón)

SALVACIÓN

Tú irrumpiste en mi puerta,
capturaste mi destino... mi salvación.
Mis ojos no podía ver, apenas si respiraba... mi salvación.
Unos sólo sufren, otros tienen suerte como yo al encontrarte.
Quédate aquí
Salvation, Per Gessle.

Han pasado cuatro años desde que sus ojos se toparon con los míos y me vi reflejado en la más dulce de las miradas, de la cual ya no quiero irme nunca. Sé que él algún día les contará cómo fue ese primer encuentro y no es que no lo recuerde. Tengo grabados cientos de detalles que hicieron ese encuentro una experiencia única. Siempre nos hemos asombrado de que hubieran tantas circunstancias que propiciaran nuestro acercamiento inicial. La hora, el lugar, la música que nos acompañó (gracias Telestereo), pero sobretodo el encontrarnos cuando nada nos oprimía, cuando habíamos podido despojarnos y dejar atrás nuestras malas experiencias, nuestros miedos, nuestras inseguridades que tantos malos pasos nos habían inducido a cometer. Creo que eso es fundamental. Teníamos el corazón y la mente abierta pero nuestras garras estaban bien cortaditas para no aferrarnos irracionalmente al primero que nos gustara. No, ya habíamos pasado por eso. Coincidimos en conocernos cuando nuestras expectativas eran conocer a alguien en el sentido más completo para luego dejar que el corazón se entregue. Ya habían pasado muchas lágrimas, habíamos descendido hasta el mismo infierno, con las decepciones, los desencantos y fracasos. A veces pensábamos que ya no había opciones, que el amor no existía y que al final acabaríamos solos. ¡Qué suerte que estábamos equivocados! Hoy, cuatro años después seguimos juntos, con muchas ganas de seguir amándonos mucho tiempo más, con muchos planes y proyectos juntos. Me siento afortunado, encontré a alguien muy especial con quien compartir mi vida y hacerla mucho más agradable y plena. (Escrito por Umbriel)

martes, 8 de abril de 2008

LA ROSA BLANCA

“España, lugar al que cualquiera de nosotros quisiera conocer e ir para encontrarse en un mundo diferente, lleno de historia y majestad, cualquiera, menos yo....”
Era un día soleado, acababa de descubrir que el amor que pensé que tenía para mí, ya no lo era, estaba frustrado, triste y sobretodo solo. Caminar en esas circunstancias solo te puede conducir a dos caminos: al de la vida o al de la muerte, y yo más que todo me aferré a la primera opción, siempre he pensado que en este mundo todo rebota. Iba a poca velocidad por una calle poco concurrida, cuando de pronto se me atraviesa cual espejismo, un hombre.
Menudo susto el que tuve que pasar al frenar en seco, pero maniobré con tal destreza que solo atine a suspirar y secarme el sudor frío que me había brotado en la frente. Él, menudo, me miró aún más asustado que yo. Traía una mochila en la espalda y una guía turística en las manos.
Aunque solo fue un pequeño instante el que lo vi, su imagen frágil quedó en mi mente y esa noche llegué a mi casa más tarde que de costumbre, manejé todo el resto del camino lo más lento que pude. Cuando ya me hube acostado, el sueño tardó en llegar muchas horas después, felizmente al día siguiente no tenía que ir a trabajar.
Ese sábado no fue el mejor comienzo de un fin de semana, pasé el día aun melancólico por no tener a mi lado a Héctor, sin embargo, una llamada para una reunión de amigos me levantó el ánimo y esa noche me dispuse. Al llegar al lugar indicado, un bar en medio de la bulliciosa Miraflores, los encontré a todos brindando, me hice al grupo rápidamente, cuando estaba alzando la copa para brindar, una mirada atravesó el amarillo líquido de mi brindis, sus ojos, esos que ya había visto por un instante estaban en mí. Bajé mi copa y me encontré con aquella silueta formada ya con la oscuridad del lugar. Me había reconocido al igual que yo a él, solo existían unas mesas de por medio.
Cuando pude me puse de pie y me acerqué a él, obviamente no estaba solo, un amigo lo acompañaba, casi sin dudarlo lo saludé ya de cerca, me miró fijamente, respondió mi saludo con un apretón de manos, y por fin pude escuchar su voz, se llamaba Ariel y era argentino.
Realmente no me di cuenta cuando se fueron mis amigos del bar, y es que en compañía de Ariel me sentí muy cómodo, él estaba tan solo por tres meses en casa de su amigo peruano que vivía muy cerca de la mía, eso me di cuenta cuando me ofrecí a devolverlos a casa. La anécdota que nos llevó al encuentro fue el detonante para iniciar una muy bella amistad que fue fortaleciéndose a medida que el tiempo transcurría. Ariel tenía la sensibilidad que yo necesitaba en aquel momento de mi vida, me dijo lo que yo necesitaba escuchar y me regaló el tiempo y el cariño que ansiaba desde un tiempo atrás. Y no es que me esté quejando de Héctor, pero esa relación ya se veía caer pero yo no quería darme cuenta de ello. Ariel, comprendió perfectamente esa situación porque, como me contó él, estaba escapando de un pasado semejante que había dejado en su Córdoba natal. Entre tanto conversar de nuestras vidas comunes, nuestros amores pasados, sin darnos cuenta nos fuimos inmiscuyendo poco a poco hasta descubrir que ya lo nuestro no era una simple amistad, sino que habíamos vencido esa barrera. Lo amaba con todas mis fuerzas y sabía que él también sentía lo mismo.
Había pasado el 14 de febrero, fecha mundialmente conocida por ser el día más romántico del año, cuando me animé a decirle acerca de lo que estaba sintiendo, que tenía miedo de sentirme así, pero que creía que era maravilloso. No necesité decir más para recibir la respuesta ya sabida, un 15 de febrero empezaba una de las relaciones más pasionales que pude haber vivido. De hecho que los días subsiguientes fueron increíbles, habíamos logrado la química perfecta, yo me sentía muy bien a su lado, había muchos momentos de cariño y mucho amor, en retribución yo también lograba compensar al pasado que desde que nos conocimos había dejado de existir. En poco tiempo rehíce mi existencia, y eso lo logré gracias a Ariel, mi otro amor había quedado atrás, y yo creí en ese entonces haber encontrado al amor de mi vida.
De pronto el momento decisivo para ambos se hizo presente, Ariel continuando con su periplo de estudios tenía como destino España, específicamente Barcelona, y allí tenía que irse en pocos días, yo por el contrario, por esas cosas del destino tenía un viaje programado al sur, hasta llegar a Bariloche, en Argentina. Ambos nos íbamos a separar momentáneamente, pero con la certeza de que en dos meses nos volveríamos a juntar en Córdoba, allí yo empezaría a estudiar la maestría y así viviríamos juntos. El día llegó y con un dolor muy grande me despedí, sin quererlo, para siempre de él. Nunca más lo volví a ver.
Le escribí muchas cartas que no tuvieron respuesta, me empecé a preocupar del porque de ese silencio tan así de pronto, cuando por el contrario debíamos estar más unidos que nunca porque después de ese viaje nos convertiríamos en una pareja establecida. Había mucho que planear. Pero, él no escribía ni una sola letra.
Entonces mi corazón me empezó a anunciar que algo muy grave habría pasado, cuando al fin una postal llegó a mi casa, no cabía de la felicidad tan grande que me causó aquel pedazo de cartón impreso (ahora lo veo así), aún lo conservo como prueba de que Ariel alguna vez existió en mi vida. En aquella postal me mencionaba donde estaba y sus planes más cercanos, ni una palabra de amor. Pero aún así yo lo amé mucho aquel día, y con aquella postal donde la figura mostraba un paisaje marítimo: Torremolinos (como olvidarte) pegada al pecho me dormí feliz de saber que él estaba sano y que me había escrito una postal. Ahora que lo estoy reviviendo, trayendo a mi memoria aquello que guardé por mucho tiempo para no sufrir, me pregunto ¡cómo pude enamorarme así!, y no tengo otra respuesta que, uno no se enamora de quien debiera, simplemente... se enamora.
Y los días siguieron pasando, a casi un mes de su viaje, y cuando pensé que él ya habría llegado a Córdoba, le escribí nuevamente, fue mi última carta de amor. La siguiente, fue reprochándole el silencio, la mentira en la que me estaba teniendo, el no amarme como me lo había hecho creer. Le dije que aunque por cruel que fuera, debiera decirme la verdad, que yo lo entendería, más no entendía el porque de ese espacio en blanco entre los dos. Que no quería seguir soñando, y que por el contrario, lo estaba empezando a odiar.
Para mi sorpresa esa carta sí tuvo respuesta inmediata, y lo que mi corazón me lo había estado anunciando, solo se confirmó, sufrí mucho la mentira, la hipocresía y la falta de amor para alguien que le había dado todo lo más hermoso que tenía, sin embargo, allí estaba él contándome la historia más hermosa y más romántica que jamás nadie pudo contarme.
“Apenas había terminado de depositar la postal que te envié, tuve muchas ganas de pensar en mi vida y me fui a aquella playa en Torremolinos que se ve en la fotografía de la postal, me senté en la arena y mirando como el mar jugaba, me puse a llorar pensando en todo lo que me había pasado, cómo estaba allí tan solo en España, tan lejos de mi familia, de mi pasado y de ti, y sentía que te amaba. Entonces fue cuando escuché una voz llamándome por mi nombre y que reconocí inmediatamente, al dar la vuelta me encontré con la imagen del hombre al que le entregué diez años de mi vida, traía una rosa blanca en la mano, corrió hacia mí, y yo salí a su encuentro, nos dimos el beso más hermoso que jamás pudimos habernos dado, era el escenario perfecto, el Sol estaba cayendo...” .
Con lágrimas en los ojos, me di cuenta que lo había perdido, que mi amor por él si había sido verdadero, pero que el suyo fue un engaño a su propio corazón, no pude reprocharle nada, me puse en su lugar, me situé sentado en la arena, en España, tan lejos de mi vida, triste y solo, y la voz de Héctor llamándome con amor, también habría hecho lo mismo, entendí ese argumento, lo perdoné, pero el silencio tan prolongado nunca lo entendí, nunca lo perdoné y creo que jamás lo olvidaré. E P I L O G O Fueron muchos meses los que pasaron desde aquella carta hasta la que recibí después, me trataba como a un amigo, y yo sin quererlo lo había apartado de mi vida. Para mi felicidad la presencia de alguien muy hermoso hizo que olvide rápido a Ariel, y sobretodo que recobre mi autoestima caída a menos. Como son las cosas, Ariel no duró mucho con el hombre de la rosa blanca, lo último que supe de él fue que se volvió a enamorar y que debe estar muy lejos de España, de Argentina y por supuesto de mi vida.
(Escrito por Oberón)

jueves, 3 de abril de 2008

CRASH! BUM! BANG!

“Cada vez que me estoy enamorando, Crash! Boom! Bang! Encuentro el corazón pero luego me estrello contra el muro Crash! Boom! Bang! Es así, así es el juego, y el dolor permanece igual"

Crash! Boom! Bang!. Per Gessle

No realmente un tema cotidiano en mi vida. Sólo unos cuantos crashes!, un par de bums! Y tal vez un bang!
Pero sí he visto de cerca muchos casos. Algunos de mis amigos sí tenían como himno a “Crash! Boom! Bang!” y bueno, para qué están los amigos sino para escuchar, consolar, enjugar lágrimas y dar ese empujoncito para salir de las sombras y volver al escenario de la vida, con algunos rasguños y tal vez con un poco de pánico escénico pero que luego va pasando, poco a poco.
Pero cuando me pasó a mí. Cuando mis pies empezaban a dejar el piso, sólo con tenerlo cerca y mi corazón desconocía que no debía latir tan rápido porque sino su miocardio recibiría menos oxígeno; y te dicen que eres el chico más maravilloso y un gran amigo pero… que te quieren como eso precisamente, sólo como un amigo.
¿Qué pasó? Pues el piso que veías bajo tus pies ahora está sobre tu cabeza pues descendiste hasta el subsuelo y en picada, además; y el corazón, antes brioso y llenecito de ilusiones, se te para y hasta azul se te pone porque ahora sí sin oxígeno se quedó. Y caes, caes en un abismo sin fondo, mientras ves pasar y alejarse todos los sueños que tenías con él. ¿Por queeeeé? gritas a los cuatro vientos, pero ninguno de ellos tiene la respuesta.
Generalmente no hay respuesta a esa pregunta. Lo que alguien siente o deja de sentir no está comandado por la voluntad y eso es algo ya muy conocido. Pero igual nos aferramos a la vana ilusión en la que el objeto de nuestros anhelos decida reconsiderarlo y te vuelva a amar o a seguir intentando amarte.
Hace algunos años conocí a George, vía tradicional, es decir el chat del mirc (¿alguien lo usa ahora?) y luego, tras una conversación interesantísima que duró horas, pasamos a un medio más íntimo. No piensen mal, me refiero al msn messenger (R). Fue así que nos encontramos casi todas las tardes, él siempre conectado en su oficina y yo en una cabina pública.
Desde los primeros diálogos noté cierta tendencia depresiva y eso me puso en alerta. Ya había pasado por eso y no quería a alguien complicado o con bagaje traumático encima. Pero como lo opuesto a ser complicado es ser simple, le di otro adjetivo. Interesante, me dije, con un mundo interior muy rico, digno de explorarse. Me zambullí.
Yo tenía 26, ya con algunas vivencias ecologistas (léase: “de ambiente”), él 33 y recién saliendo a explorar el mundo gay. Había descubierto la disco o el “paraíso gay”, al cual yo no me animaba a entrar todavía.
Casi un mes de messenger y ya estaba listo para un primer encuentro. Mi cerebro ya estaba condicionado para que me gustase y eso pasó. Charlamos un buen rato, comimos algo y me propuso ir a la disco. Con la euforia del momento acepté encantado. Sistemáticamente empecé a indagar sobre sus gustos y aficiones, sorprendiéndome de las “enormes coincidencias” que teníamos. A veces confundimos esas coincidencias que más tienen que ver con el azar que con el hecho de haber encontrado a tu alma gemela. Que si le gustaba leer a Bryce, que se moría por tal canción de U2… Imagina que me pareció súper cool que su apellido fuera igual al apellido materno de mi abuelo paterno… ¡estábamos predestinados! ¡¡Já!!
Claro que sí hubieron detalles que hasta ahora hacen que una persona me caiga súper bien como que haya leído y le haya gustado “El Principito”, pero ahora sé que no se debe sacar conclusiones erróneas de esas coincidencias.
Esa misma madrugada ya nos sentíamos muy cerca el uno del otro y cuando me acompañó, nos besamos en el patio de mi casa entre las sombras de un amanecer que se aproximaba. No quisimos separarnos así que salimos nuevamente a la calle bajo una fina garúa y vimos el día aclarar y con él nacer muchas ilusiones y sentirnos cada vez más unidos, menos solos, inundados de ese feeling especial. Decidimos estar juntos.
Fue Una-Linda-Semana… Linda, porque sentí todo el paquete del enamoramiento; Una, porque eso fue lo que duró, una semana. Me dijo lo de ser amigos mejor el siguiente sábado en la discoteca. Dijo no estar preparado para una relación única (cosa muy opuesta a lo que había dicho, escrito y cantado durante esa semana), que yo ya había vivido mi etapa de descubrir y buscaba algo estable pero él recién se topaba con todo un mundo por explorar.
Decepción, sueños estrellados por querer volar antes de que le salgan alas y oh sí, muchas lágrimas. No delante de él, claro.
No se pudo salvar la amistad, pues a pesar de seguir en contacto un tiempo (nos veíamos en el gimnasio) no llegó a concretarse mucho.
Luego de recoger los trocitos aún sangrantes de mi pobre corazón y volver a unirlos para que siga latiendo, pude analizar mejor la situación y llegar a algunas ideas que luego pude aplicar con éxito para no “estrellarme contra el muro” otra vez entre crashes! bums! y bangs!
No me lamento de lo que me pasó, al contrario, valoro cada segundo en el que tuve el pecho vacío y la desesperanza más grande jamás imaginada, cada lágrima que desbordó mis ojos, pues aprendí a no entregar el corazón así de rápido y sin estar seguro pues es muy probable que lo entregue a alguien que no sepa que hacer con él.
Aprendí que el dolor más grande se hace pequeño y desaparece si dejas que el tiempo ejerza con sabiduría su poder curativo.
Aprendí que hasta en el momento más oscuro, la mano del amigo te encuentra y no deja que te quedes en el fondo del abismo. Gracias Ernesto por dejar que te estruje en un abrazo lleno de tristeza y te moje todo el hombro con mis lágrimas. Es algo invalorable y eterno. Aún ahora al recordar la escena, mis ojos se humedecen pero no por esa desilusión amorosa, sino por la gran alegría de tener un amigo como él.
Concluí además, que si bien es cierto se necesitan ciertos puntos en común, éstos no definen la armonía ni mucho menos aseguran el amor eterno. Se necesita más que eso para unir a dos corazones.
Comprendí que si no superas tus traumas o vives deprimido pues no podrás abrir el corazón a alguien más. George vivía oprimido de lunes a viernes y los sábados de disco entre música y mucho alcohol eran su idea de libertad. Yo sabía que eso no era cierto.
Pude salir de esa, un poco adolorido pero entero y más fuerte, con el conocimiento y el firme propósito de no volver a equivocarme. Mi experiencia no me garantizaba no volverlo a hacer por al menos iba a tener más cuidado.
Sé que a algunos les puede parecer exagerado haber sufrido tanto por alguien que sólo conoces unos días, yo también pensaba así hasta que me pasó, así que ahora tengo más respeto por el sufrimiento ajeno cuando alguien acude a mí por consuelo y eso me permite ser un apoyo más eficiente.
Así que ya sabes, si te pasa, acepta tus lágrimas y el dolor con valentía, algún día volverás a sonreír, serás más fuerte y sobretodo, tendrás los pies sobre la tierra cuando te vuelvas a enamorar.
(Escrito por Umbriel)

CRASH! BOOM! BANG!