sábado, 27 de marzo de 2010

UNA PESADILLA MUY REAL

Hoy podría ser un día más de mi calendario, pero no lo es.

Es más, desde la última vez que publiqué un post hasta la fecha mi vida y la de los míos ha dado un giro de 180 grados. Hubiera no querido escribir algo así, y sin embargo hoy lo hago también como catarsis. Cuando el año pasado conté que mi papá tenía cáncer de próstata, uno de nuestros lectores “Lemon Guy” me escribió algo que simplemente sucedió: su cáncer fue “curable”. Y en realidad, eso pasó, hoy, mi papá tiene su cáncer de próstata totalmente bloqueado. Y sin embargo, cuando ya todos en casa cantábamos victoria con respecto a la salud de mi padre, tras una operación supuestamente de vesícula a comienzos del mes de marzo, nos dimos con la sorpresa de que mi papá estaba muy mal de salud. Mi papá tenía metástasis en toda la zona abdominal de origen desconocido; pero si, de pronóstico conocido, las páginas del libro de vida de mi padre tenía pocas hojas en blanco ya para escribirse.

Cuando mi mamá y yo recibimos esa noticia del cirujano, no lo podíamos creer. Esa mañana cuando lo internamos habíamos pensado que esa noche regresaríamos a casa tranquilos porque los dolores de mi padre por fin terminarían, jamás imaginamos que por el contrario, esos dolores se incrementarían al paso de los días.

Aún faltaba lo difícil, primero enfrentar el tipo de cáncer que había provocado esa situación y segundo y lo más doloroso, decirle a mi papá lo que en realidad tenía.

Una vez más tuve que tomar la batuta de la familia, convertirme en el soporte para mi mamá y mi hermana que se doblaron ante tremenda realidad, pero a la vez, yo me apoyé nuevamente en quien siempre será mi fuerza, el ser que amaré por siempre, Umbriel.

Esta vez nos enfrentamos a una enfermedad incurable, eso es un hecho comprobado. Sin embargo, hace unos días empezó su tratamiento quimioterápico, lo que queremos es que se luche hasta el final, que logremos que ese cáncer no se nos lo lleve pronto. Aún hay muchas cosas que queremos que mi papá vea y sienta, sobretodo el gran amor que todos le tenemos.

Estoy muy triste, nadie está preparado para perder a alguien amado, más aún si se trata de un padre o una madre, pero es una realidad de la no podemos escapar. Si cuento esta parte de mi historia también es porque quiero dejar algo bueno de esto malo que me está pasando, crear conciencia de que si bien no se puede predecir si tendremos o no cáncer en algún momento, sí podemos asegurarnos y recibir el mejor de los tratos para cuando esto pase. Mis papás están asegurados particularmente en una de las varias empresas que se dedican exclusivamente al tratamiento de esta enfermedad desde hace varios años. Si hoy podemos dormir tranquilos también es porque no tenemos que pagar nada por ninguno de los medicamentos que mi papá toma (que costarían miles de dólares) sus consultas y sus exámenes son también gratuitos y el trato al paciente es de primera, locales nuevos, iluminados, llenos de vida y de calor humano. Al menos ese ambiente no aumenta más el dolor que ya de por sí uno siente cada vez que sabe que tiene que ir allí. Si tú que me lees, tienes la oportunidad de asegurar a tus seres queridos en un sistema así, hazlo. Si nunca lo llegas a usar, ten la seguridad que serás una persona doblemente afortunada, una porque nunca pasarás lo que yo estoy pasando y dos, porque con tu cuota ten la seguridad de que alguien como mi papá estará siendo tratado como cualquier humano se merece.

Sé que aún faltan muchos momentos tristes por vivir, pero también que mi papá se merece la mejor de mis sonrisas cada vez que me vea y así será hasta que Dios quiera que sea.

(Escrito por Oberón)

martes, 2 de marzo de 2010

MAR, ARENA & SOL

Uno de mis lugares favoritos para pasar un día feliz es la playa.

Aún guardo en la memoria los mejores recuerdos de mi niñez yendo con mis padres cada fin de semana de los meses de verano a las diferentes playas que tiene Lima, al norte Ancón era la favorita y al sur, El Silencio.

Me recuerdo haciendo inmensos castillos de arena utilizando mi "don rascaplayas" (regalo típico de Navidad) junto a mi hermana mucho más pequeña y a mis primos. Todos riendo, compartiendo no sólo el mismo mar, sino también los mismos sueños de entonces… ¡divertirnos a más no poder!

El paso de los años me hizo cambiar de playas y virar hasta donde el bus nos dejara a mis amigos del colegio o de la universidad. En aquellos años el sol no era el que hoy es. No le temíamos a broncearnos, por el contrario la idea era regresar a casa tostados o colorados, y después despellejarnos como parte del disfrute. No existían los bloqueadores, de ningún factor y mucho menos los geles de aloe para calmar el ardor, se usaba la leche de magnesia (hasta hoy) así que era típico acostarte pintado como mimo, pero en todo el cuerpo, pero sintiendo esa sensación de frescura que ahora se extraña como sensación y nada más!!!.

Después de que se construyó la casa que mi familia tiene en un balneario del sur, ya no cambiamos de playa, así que esa playa se convirtió en mi paraíso y su mar en mi confidente. A él le agradecí múltiples veces por las cosas buenas que me pasaban y también le lloré desconsolado cuando la soledad y la pena me asaltaban de un momento a otro. Si nunca sufrí de depresiones fue por ello, porque cuando sentía que el mundo se me venía encima, corría hacia el malecón, me sentaba en él, respiraba profundo y exhalaba toda mi tristeza mirando el mar.

El sonido de las olas y el cantar de las piedras en la orilla eran también mis compañeras y confidentes. Fue ese mar quien supo de mi primer amor y muchos años después de quien era el gran amor de mi vida, ¿cómo no quererlo entonces?

Para mí es felicidad sentir la cómoda incomodidad de estar echado en la arena bajo la sombra fría de la sombrilla de bambú que tenemos allí. Dormirme acurrucado del calor que me da el sol que ahora si se hace nocivo a la piel, pero no importa… ahora un buen bloqueador de gran factor hace posible eso.

A Umbriel no le gusta mucho la playa, odia sentir los rayos del sol en su piel, se tapa con todo lo que puede para no broncearse, no le gusta la arena, y a diferencia de mí, él prefiere estar en el mar que tirado en la arena. Lograr que me acompañe a la casa de playa es una victoria, más cuando ella está copada de mi familia y amigos de mi familia. Felizmente, los almuerzos que allí se comen son atractivos para cualquiera, incluso para él, que le encanta el pescado y los mariscos.

La playa para mí siempre me dará que hablar, me llevará casi siempre al pasado, pero también me hará sentir que como las olas mis problemas vendrán y se irán también, su ocaso iluminado de naranjas colores es como mi vida con Umbriel y su tranquilidad en plena noche, será como mi vida futura llena de paz con él…

(Escrito por Oberón)