jueves, 29 de octubre de 2009

CUAL CANTO DE SIRENA...

Explicar en palabras lo que sentí cuando de pronto las luces se apagaron y los primeros acordes de “Gótica” anunciaron que aquella mujer cuya voz me había enamorado desde la primera vez que la escuché hacía su entrada al escenario, no lo puedo hacer, simplemente porque me quedé sin aliento, me temblaba el cuerpo y hasta un asomo de lágrima me empañaba esa visión, después cuando jugando con la falda de su hermoso vestido rojo empezó a cantar, me di cuenta que todo el tiempo que junto con Umbriel habíamos esperado para verla se había hecho nada, estábamos viviéndolo y sólo nos quedaba disfrutarlo y vaya manera de hacerlo.

Sarah Brightman es una diosa cuando baila al son de su propia voz y ella lo sabe, todos sus movimientos corporales están calculados porque sabe que todos estaremos atentos a ellos, nos sabe sus súbditos y nosotros somos felices, al menos esa noche me sentí así, subido en la nube de su angelical canto.

Las canciones se sucedían una a una, todas ellas ampliamente reconocidas, todas hermosas, no podía ni cantarlas emitiendo voz, porque sólo quería escucharla a ella; hasta que llegó la canción que me atrapó desde siempre, “Hijo de la Luna”, y sin quererlo la canté con ella, llenando de gozo mi corazón, en ese instante, mi sueño se estaba cumpliendo, y fui aún más feliz. Umbriel a mi lado sabía lo que estaba sintiendo, su mano apretando la mía me lo decía. Yo cantaba y lloraba en silencio.

“What a wonderful Word” y “Harem” son mis otras favoritas, cuando las escuché mis piernas se movían al son de ellas, en mi mente las bailaba con Sarah.

Se podrá decir muchas cosas de ese concierto, de hecho el frío limeño se hizo notar; pero aún así ese pequeño sacrificio de aguantarlo lo valía, nada se comparará con haberla visto tan cerca, tan real. Y aunque su mirada nunca se haya fijado en mí, yo me puedo considerar un afortunado, porque yo si la vi brillar esa noche maravillosa, de ensueño. No creo que ninguno de los que estuvimos allí viviéndola la olvidemos fácilmente, yo no quiero hacerlo nunca.

Ella siempre será mi cantante favorita y sus canciones, las melodías de mi vida. Sarah Brightman, es y será siempre mi ícono favorito, una diva. Y yo seré por siempre su más rendido admirador.

(Escrito por Oberón)

sábado, 17 de octubre de 2009

CIENEGUILLA, otra de Luigi

Hace una semana mi amigo Luigi me llamó por teléfono para preguntarme por algún hotelito bonito que conociera en Cieneguilla, un pueblito apacible a una hora de Lima. Me acordé de uno muy simpático que visitamos Umbriel y yo el año pasado y se lo dije. A los días me cuenta que su amor platónico, que en realidad fue su compañero y mejor amigo de universidad, compadre por haber bautizado al segundo de sus hijos (si, era casado) y ahora compañero de aventuras, le había pedido que lo acompañara para pasar una noche juntos.

De hecho, Luigi estaba emocionado, pasar una noche solos ellos dos era lo que había esperado por mucho tiempo, y tal parecía que todo saldría perfecto esa vez.

De pronto, la misma noche en que se enrumbaba a Cieneguilla en el carro del “dueño de su corazón” me llamó para confirmar la dirección, pero cuando llegó me volvió a llamar para increparme muy enojado que en el lugar “no hay piscina ni un estanque de patos”. “Hey – dije – piscina si tiene, estanque para patos no, pero si ustedes dos se meten en la piscina fácil que la convierten en un estanque de patos” y le colgué.

Nunca entendí el por qué me había llamado enojado, si al final le estaba indicando un lugar bonito y muy acogedor, así que a los días y antes de seguir enojándome más con él lo llamé y le pedí una explicación. Me la dio y casi me caigo de cabeza, el susodicho amor de su vida lo recogió esa noche, pero también lo hizo a su amante de turno (ya que está recientemente separado de su mujer), así que Luigi, tuvo que tocarles el violín y después escucharlos en el cuarto de al lado el resto de la noche.

Sé que uno no escoge de quien enamorarse, pero sí creo que debe escoger de quien alejarse, por lo menos por un mínimo de orgullo. En el fondo estoy seguro de que Luigi no lo hará, en su tierno corazón aún guarda la esperanza de que en algún momento su compadre se dé cuenta del tremendo amor que le tiene, total, la esperanza es lo último que se pierde y ante ello, ni modo.

(Escrito por Oberón)