sábado, 10 de mayo de 2008

CONCLUSIONES DE UNA CITA

“Pude haberme enamorado de ti, era fácil hacerlo, eras tal vez lo más cercano a mis fantasías, pero por sobretodo habías sido la persona más afín a mí ....” así iniciaba la carta que le escribí a Rolando un día después de haberlo conocido y haberme dado cuenta de que no todo es tal cual como se pinta.
Nos conocimos por Internet, como gran parte de la gente que ahora lo hace, mantuvimos una relación amical por un tiempo prudente hasta que decidimos conocernos personalmente, nos habíamos visto por fotos y Rolando me parecía muy atractivo. Sin embargo, lo que más me gustaba de él era su facilidad de palabra, sus ganas de vivir la vida a cada instante, su personalidad independiente y su voz oída recién por el teléfono antes de pactar la cita. La noche anterior a ella, no pude dormir bien, tenía miedo, el normal cuando uno se va a enfrentar a lo que se piensa será “él”, pero igual estaba muy feliz de por fin conocer a quien en su momento había despertado mis ganas de seguir adelante en el camino que la vida me había deparado, a pesar de que sabemos que siempre estaremos caminado por la ruta “prohibida”, “equivocada”, “sin rumbo”, o como se quiera llamar al camino de búsqueda de nuestra propia felicidad.
Narrar el encuentro casi y no vale la pena hacerlo, empezando que Rolando no era tal cual estaba en la fotografía, era él sin duda, pero con menos pelo y más peso, bueno, a mí casi y eso no me importó, total yo tampoco soy un modelo de portada. Una vez frente a frente en la mesa del restaurante escogido, inicié la conversación partiendo de lo que ambos sabíamos el uno del otro, y de pronto saltó la razón por la Rolando no se veía igual que en la foto, tenía cinco años más de lo que me había dicho. Pero nuevamente eso no me importó, más aún pensé, “mejor, así estaré con alguien que sabe exactamente lo que quiere en la vida”, pero a medida que las palabras fluían me iba dando cuenta cuán diferentes éramos, que lo que sabía de él no era ni la décima parte de lo que estaba escuchando y peor aún, sentía que para Rolando simplemente yo era una estadística más entre los muchos “amigos” que tenía por Internet, peor cuando conversando nos dimos con que hasta teníamos “amigos comunes”, situación totalmente incómoda y hasta patética.
Entonces fue cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo de mi vida, la había puesto tontamente a disposición de cualquier gente en una serie de palabras escritas en una página web, gracias a ella había conocido a varios hombres; salido con tres de ellos en menos de un mes y darme cuenta que no era así la manera de encontrar lo que estaba buscando. Mientras tanto, Rolando seguía haciendo alarde de su buena fortuna con los hombres, incluso tuvo la osadía de confesarme que su siguiente cita sería muy cerca de donde estábamos almorzando y que se trataba de alguien “más joven y más guapo” (hasta ahora no se si refería a mí o a él). Definitivamente, el castillo de naipes que me había creado de esa posible relación se caía pieza por pieza y eso me daba una sensación de un vacío enorme. Fue justamente en ese instante en que di por terminada una cita que no debió suceder, que lo mejor hubiera sido dejar pasar el tiempo conociéndonos más para pensar siquiera, en ser amigos, pero en ese momento, ya todo estaba dicho, sólo quería regresar a casa, quizá llorar de rabia o de impotencia, pero salir inmediatamente del lugar.
Una vez en casa, no lloré porque pensé que no valía la pena hacerlo, menos por alguien como Rolando. Tomé el teléfono y llamé a mi mejor amigo y con la voz entrecortada le pedí que saliera conmigo esa noche, necesitaba sentir el calor de alguien querido a mi lado y él logró calmar mi rabia pero más mi frustración.
Diez días antes había salido con un chico bastante menor que yo, me sentí raro al hacerlo, porque estaba más acostumbrado a estar con gente de mi generación, pero Arturo, así se llamaba él, fue como un catalizador para mí, me hizo notar que a pesar de los años, uno puede tener un diferente destino, gracias a él me di cuenta que la vida me había tratado con dulzura pese a mi condición de “diferente” y por el contrario todo se me había hecho muy fácil; su vida al lado de la mía si era miserable. En cambio, salir con Ángel, el otro de los tres, había sido diferente, haberlo hecho fue como querer darme ánimos a mí mismo, pues este prospecto era como a mi me gustaban los hombres: altos, blancos, fornidos y guapos, pero con la mala suerte de encontrarme con alguien sexualmente igual a mí, primer obstáculo que no dudé en menospreciar al principio, pero cuando hubo un acercamiento no me gustó para nada saber que tomaría un solo papel en la relación. Lo pasé bien, no lo puedo negar, pero no me veía en ese rol para siempre.
Y así era mi vida veleta, recorriendo caminos en la búsqueda de lo que creía ya haber encontrado. Me inicié muy joven, casi un niño y justamente fue con otro niño igual que yo que me di cuenta que no era igual a mis otros amigos, con mi gran compañero de aventuras, que era mi vecino, duré casi ocho años, llegando a pasar juntos la etapa más difícil de todo hombre, la pubertad, Rony, hijo de alemanes era para mí mi mundo adolescente, nos separamos no por dejarnos de querer (amar no lo creo) sino porque me mudé de casa, había ingresado a la universidad y me había propuesto tener una vida diferente. Sin embargo nuestra despedida fue realmente bella, dos hombres de 16 y 15 años totalmente desnudos tendidos en una cama, amándose como locos sabiendo que esa sería la última vez. Hoy Rony tiene una hija y otra vida diferente, muy lejanos están aquellos recuerdos que se quedarán así por el resto de nuestras vidas; solo en la memoria.
Mis años en la universidad fueron quizá los cinco más héteros que tuve en mi vida; un bloqueo total de mi sexualidad; con la esperanza de que encontraría el camino hacia una vida familiar; pero no fue así; ni bien terminé la carrera mis instintos me llevaron a tratar de reencontrarme a mí mismo encontrando nada más que a un hombre que había perdido cinco años importantes; la juventud efervescente. Pero no lo pasé mal; me divertí mucho; y hallé a quien hoy es la mejor de mis amigas.
Fue entonces que descubrí que alrededor de mi vida había un mundo gay girando a gran velocidad; un mundo al que ingresé el día en que dándome ánimos entré por primera vez a un sauna gay; pero ese ya es tema para otra crónica.
Por ahora solo puedo concluir que a veces las malas experiencias son las mejores en materia de aprendizaje; Arturo me ayudó a agradecer a la vida por lo afortunado que había sido; Angel me levantó los ánimos; después de todo alguien hermoso se había fijado en mí; pero la mejor lección fue la de Rolando que me enseñó a no dejarme llevar por las palabras bonitas y a enamorarme a ciegas pero por sobretodo a mejorar la descripción de lo que realmente quería para mí en mi aviso de la página de internet!!! :)
(Escrito por Oberón)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que has logrado sacar las conclusiones mas sabias de toda esa experiencia.

No puedo entender porque algunas personas (hombres y mujeres, heteros y gays, de manera indistinta) me dicen que están enamoradísimos de alguien por internet, a lo que yo normalmente pregunto si lo conocen y en el 95% de los casos la respuesta es NO; entonce pienso, como enamorarse/ilusionarse con alguien a quien no le has visto la mirada, que te puede poner cualquier foto no se, me parece bastante ridículo y peligroso por decir lo menos.

Nos leemos.

Anónimo dijo...

Pasa que la gente "se enamora" de un ideal y cree haberlo encontrado al otro lado de la pantalla..Nada mas fuera de la realiad. Adiconalemnte a ello existe el riesgo de convertirse en alguien que anda por ahi buscando "ese otro alguien" que no existe y jamás llegará. Digo riesgo porque es una situción que te desprende los pies de la tierra y trae consigo toooodas las malas consecuencias sociales, emocionales y psicologicas que te crea.

Pero bien que hayas extraido lo mejor de esas experiencias! Es verdad, hasta de lo más incomodo y patetico se aprende!

Saludos