miércoles, 10 de junio de 2009

CONFESION SIN PALABRAS

Anoche me di con la sorpresa de que mi padre ya lo sabe…

Como conté en los primeros post que escribí que mi mamá y mi hermana sabían que era gay; a mi padre nunca lo enfrenté, y la verdad, porque le temía.

La relación con él siempre fue tirante, peleábamos casi siempre porque no coincidíamos en pensamientos y actitudes; pero nunca nos dijimos algo que pudiera herirnos. Sin embargo, hace unos días, tras la muerte de mi tío, ocurrió lo que nunca pensé que ocurriría, de algo que dije en el momento menos apropiado y que fue como la chispa que prende una llamarada de fuego, mi padre me miró como jamás antes me había mirado y me dijo todo lo que su rabia acumulada tenía dentro, lo peor de todo es que no estábamos en casa, sino en mi trabajo, felizmente no había nadie más que mi madre con nosotros. Grité alguna que otra palabra ante tantos gritos; pero los suyos fueron más y más terribles sus palabras, la verdad, no pude emitir una palabra más, me enmudecí por completo, estaba paralizado, espantado ante todo lo que escuchaba, nunca me había gritado así, con tanta ira, con tanto odio. Mi mamá que estaba cerca, no sabía como callarlo, pero logró sacarlo de mi trabajo. Y yo me quedé temblando de miedo, de vergüenza, de rabia y de tristeza.

Dos días antes, cuando llegó mi padre y se encontró con que su cuñado yacía muerto, entró en tal crisis que se puso a gritarle que “lo perdonara”, y es que mi tío y mi padre no fueron muy amigos. Como conté, cuando mi tío Lucho estuvo en sus buenas épocas se le subieron tanto los humos que menospreció a todo el que pudo, entre ellos a mi padre, eso él nunca lo pudo olvidar, y cuando el mundo dio vueltas y el tío cayó en desgracia y para mala suerte para él (o buena, como para limpiar su alma) se vio pobre, mi padre lo tuvo que auxiliar muchas veces, prestarle dinero y regalarle su ropa. Quizá eso hizo que mi padre se sintiera vencedor ante él, y aunque no lo trataba mal nunca, tampoco lo trataba con mucho afecto que digamos. Así que la escena de ver a mi padre tan acongojado, triste, llorando ante mi tío muerto me apretó más el corazón, le dije que se calmara, que Don Lucho había muerto en paz, que de seguro no tenía nada que perdonarle a él, y por último, que si es que lo había llamado para que vaya donde yo estaba era para ayudarme a pensar, a resolver el problema, y que no lo quería enfermo, sino fuerte. Mi padre se calmó. Hasta ese momento, verdaderamente, yo era una piedra.

Luego llegaron los bomberos, mi tía y más tarde mis primos, solo atinaba a consolar, daba fuerzas a todos, me mantenía fuerte aún, sin embargo aún quedaba alguien con quien yo sabía no podría seguir así, mi mamá. Pero antes que ella, llegó Umbriel y ni bien lo vi, todas las lágrimas que tenía retenidas salieron a flote y toda la serenidad que tenía acumulada en el cuerpo se desvaneció, y abrazado a él lloré y gemí todo lo que en esa hora no lo había hecho, y desfogué mi pena por no haber podido hacer más por mi tío y peor aún por mi miedo al momento de decírselo a mi madre, temía por su vida, también.

Eso, el que desfogara así con Umbriel, hizo que mi padre reaccionara así conmigo después, le dio rabia que a él callase su llanto y le pidiera que sea fuerte, que no llorara con mi tía ni con mis primos, sino que lo hiciera con Umbriel, “mi amigo”. Y por ello, dos días después estalló de esa manera. Eso me lo contó después mi mamá.

Eso me dio la explicación a su conducta, al día siguiente nos perdonamos y nos dimos un fuerte abrazo. Pero yo, aún no olvidaba lo que había escuchado de él. Aún me dolía en el alma.

Los días pasaron, incluso tuve un accidente el cual me dejó sin poder caminar durante diez días, y quien me reemplazó en el trabajo fue mi padre. Durante esos días, notaba que mi papá me trataba mejor, incluso me llevaba a la cama el desayuno preparado antes de irse al trabajo. Y por las noches cuando regresaba, siempre se acercaba a conversar un rato conmigo. Lo notaba distinto.

Mi mamá me acompañaba por las tardes, tomábamos juntos el lonche, conversamos sobre lo acontecido, la muerte de mi tío estando yo solo y después mi caída. Desfogué con ella mis penas, de alguna manera me liberé de esa congoja que aún tenía por no haber hecho más por su hermano, y también, recién le di a ella las explicaciones de porque había llorado con Umbriel y no con los demás. Entendió perfectamente y me agradeció el que aún a pesar de la desgracia había estado allí al frente, fuerte y tranquilo, que eso la había llenado de fuerzas a ella. De pronto, mirándome fijamente me dijo: “tu papá ya lo sabe, y es que fue la única manera que tuve para explicarle muchas cosas, al comienzo se sorprendió, incluso me llegó a decir: “será por culpa de tu familia, en la mía no hay eso”; a lo que yo refuté; sí, le dije, yo tengo un pariente así; pero tú también” “¿quién?” respondió, “el hijo de tu hermano, por eso es que él se fue de la casa, por eso se fue al extranjero, por eso, ni vino al entierro de su padre”. Mi mamá me contó que mi padre no dijo más, pero que escuchó un gran suspiro. Y que desde esa noche duerme tranquilo y bien.

Aún estoy asimilando la noticia, no creo que hable del asunto con mi padre, pero sé que yo puedo dormir tranquilo, también.

(Escrito por Oberón)

2 comentarios:

hpereyraf dijo...

Q dificil! a veces uno dice cosas q no quiere y mas aun con la presion, el dolor y la frustracion a flor de piel ... tienes q darle tiempo son casi de otra epoca de otra era ... dale tiempo.

Tigreton dijo...

Ah habia perdido la pista de este blog tan genial.
Lamento mucho lo de tu tio, de verdad. Cmo pasa aveces que son estas clase de cosas que suceden, lo que hacen que las personas formen un lazo, cosa extraña.
gracias por pasar :)