martes, 2 de marzo de 2010

MAR, ARENA & SOL

Uno de mis lugares favoritos para pasar un día feliz es la playa.

Aún guardo en la memoria los mejores recuerdos de mi niñez yendo con mis padres cada fin de semana de los meses de verano a las diferentes playas que tiene Lima, al norte Ancón era la favorita y al sur, El Silencio.

Me recuerdo haciendo inmensos castillos de arena utilizando mi "don rascaplayas" (regalo típico de Navidad) junto a mi hermana mucho más pequeña y a mis primos. Todos riendo, compartiendo no sólo el mismo mar, sino también los mismos sueños de entonces… ¡divertirnos a más no poder!

El paso de los años me hizo cambiar de playas y virar hasta donde el bus nos dejara a mis amigos del colegio o de la universidad. En aquellos años el sol no era el que hoy es. No le temíamos a broncearnos, por el contrario la idea era regresar a casa tostados o colorados, y después despellejarnos como parte del disfrute. No existían los bloqueadores, de ningún factor y mucho menos los geles de aloe para calmar el ardor, se usaba la leche de magnesia (hasta hoy) así que era típico acostarte pintado como mimo, pero en todo el cuerpo, pero sintiendo esa sensación de frescura que ahora se extraña como sensación y nada más!!!.

Después de que se construyó la casa que mi familia tiene en un balneario del sur, ya no cambiamos de playa, así que esa playa se convirtió en mi paraíso y su mar en mi confidente. A él le agradecí múltiples veces por las cosas buenas que me pasaban y también le lloré desconsolado cuando la soledad y la pena me asaltaban de un momento a otro. Si nunca sufrí de depresiones fue por ello, porque cuando sentía que el mundo se me venía encima, corría hacia el malecón, me sentaba en él, respiraba profundo y exhalaba toda mi tristeza mirando el mar.

El sonido de las olas y el cantar de las piedras en la orilla eran también mis compañeras y confidentes. Fue ese mar quien supo de mi primer amor y muchos años después de quien era el gran amor de mi vida, ¿cómo no quererlo entonces?

Para mí es felicidad sentir la cómoda incomodidad de estar echado en la arena bajo la sombra fría de la sombrilla de bambú que tenemos allí. Dormirme acurrucado del calor que me da el sol que ahora si se hace nocivo a la piel, pero no importa… ahora un buen bloqueador de gran factor hace posible eso.

A Umbriel no le gusta mucho la playa, odia sentir los rayos del sol en su piel, se tapa con todo lo que puede para no broncearse, no le gusta la arena, y a diferencia de mí, él prefiere estar en el mar que tirado en la arena. Lograr que me acompañe a la casa de playa es una victoria, más cuando ella está copada de mi familia y amigos de mi familia. Felizmente, los almuerzos que allí se comen son atractivos para cualquiera, incluso para él, que le encanta el pescado y los mariscos.

La playa para mí siempre me dará que hablar, me llevará casi siempre al pasado, pero también me hará sentir que como las olas mis problemas vendrán y se irán también, su ocaso iluminado de naranjas colores es como mi vida con Umbriel y su tranquilidad en plena noche, será como mi vida futura llena de paz con él…

(Escrito por Oberón)

5 comentarios:

Tigreton dijo...

que bonito escrito ^o^, yo tambien crecí cerca del par, en un pueblo meramente pesquero. Es muy bonito tus pensamientos, a la fecha me gusta mucho el mar.confidente

Grimey dijo...

Hermoso. En todo caso, creo que es dificil que a los dos les guste lo mismo, viva la diversidad! :D.

Saludos

Umbriel y Oberón dijo...

Pancho & Grimey, muchas gracias por los comentarios!... ahora más que nunca se me hace necesario ir a mi mar confidente!
Abrazos a ambos.

Sachiel Renovatio dijo...

jajja yo tmb amo el mar, igual que tú desde pequeño me han llevado a él, tengo hasta fotos gateando en la arena. XD creo que casi siempre ese tipo de paisajes nos traen nostalgía, los deseos frustrados o porque no, la esperanza de un mejor mañana. Realmente es hermoso el mar.
Saludos desde México. Sachiel

Sayonara...

Sachiel Renovatio dijo...

ya tenía ratito que nos los leía ...