Hubo un día en que me morí y si no; por lo menos me quitó diez años de una vida que hasta ese momento había sido tranquila, recuerdo cada segundo que viví desde que llegué a casa aquella noche en que mi vida se vio descubierta de la manera más irracional, más equívoca, más cruel; pero que a la vez me abrió las puertas a otra vida; una sin tantas mentiras.
Como son las cosas, acababa de terminar la gran tontería de mi relación con Valeria; mientras manejaba por las calles de la ciudad camino a casa me sentía muy bien conmigo mismo; libre de la gran parodia de hacerme el chico “normal” y por el contrario después de haber tenido el coraje de retroceder y terminar una relación que nunca debió exitir la sensación de libertad que sentía era enorme; estaba feliz, no podía negarlo. Estacioné mi carro en la puerta de la casa y de pronto vi salir a Piero (el novio de mi hermana) a recibirme, lo que verdaderamente me causó extrañeza.
Realmente no me dejó salir del carro; por el contrario él entró y se sentó a mi lado y con la mirada más serena del mundo me dijo: “tu hermana ya sabe que eres gay”; un temblor me inundó de repente, sentía que se abría la tierra a mis pies y que estaba a punto de caer en el fondo del abismo, “lo peor no es eso; está histérica y dice que si no se lo cuentas tú a tu mamá, ella lo hará”. Realmente después de oir eso; no sabía que hacer; era más de medianoche; mis papás estaban en la casa de playa, tenía tiempo para pensar; pero realmente no sabía ¡qué pensar!.
Entonces Piero me propuso ir a algún lugar para conversar; mi hermana estaba en casa y no quería verme; la verdad no se ¡cómo manejé!, pero llegamos a un pequeño pub cercano a mi casa, entramos y nos sentamos en una de las mesas más alejadas de la bulla, Piero pidió un par de cervezas, me tomó del hombro y me dijo “¿sabes?... a mí no me importa lo que eres; yo quiero que sepas que te veo como a mi hermano mayor y te respeto, algún día serás el tío de mis hijos así que lo que hoy me he enterado no altera en nada lo que pienso y siento por ti”… si no lloré en ese instante fue porque aún no llegaba a asimilar lo que me estaba pasando; era tan difícil de creer que no fuera mi hermana la que me estuviera diciendo eso; y por el contrario estaba siendo apoyado por otro hombre; alguien a quien como él me dijo yo también lo respetaba pero en aquel instante comprendía que no solo era eso; sino que también lo estaba viendo tal cual era; y de hecho mi cariño hacía él se estaba haciendo infinito e incondicional. Esa noche Piero me contó de sus muchos amigos gay que yo no sabía que tenía; me habló de la admiración que guardaba por una pareja gay que conoció en Arequipa y que como el amor que ellos se profesaban era lo más sincero que había visto en su vida. Me hablaba con tanto cariño y comprensión que no pude evitar contarle de mi vida, de mis amores frustrados, de mis miedos y también del alivio que estaba sintiendo de ser yo mismo en ese instante; las lágrimas ya no se escondían para ese entonces. Eran las tres de la mañana cuando salimos del lugar camino a mi casa. Cuando llegamos mi hermana estaba dormida; pedí a Piero que se quedara con nosotros a dormir en casa; necesitaba de su apoyo para enfrentar a mi hermana al despertar.
Cuando ya estuve acostado en mi cama lloré, había sido descubierto de la manera más indiscreta del mundo; ella, mi propia hermana había jaqueado mi correo y revisado cada carta que escribí durante toda mi etapa de Héctor y después las del que creí mi mejor amigo; mi famosa “alma gemela”, alguien a quien no solo le había abierto las puertas de mi corazón, de mi vida sino también de mi hogar a su llegada de México; ese amigo que no pudo “evitar” no comunicarse con mi hermana de quien se hizo amigo mientras estuvo en Lima; justamente fue él que a través de sus cartas me vendió poco a poco hasta que ella, matada por la curiosidad no pudo hacer otra cosa que investigarme; como si yo fuera un maleante; en ese momento seguramente yo dejé de ser su hermano.
Obviamente no dormí casi nada; me moría de miedo enfrentarme a quien desde ya me había fallado; cuando hubo claridad tanto del día como de mis ideas; salí de mi habitación y fui en busca de Piero, necesitaba encarar la verdad de un solo golpe. Entré a su habitación, sentía cada latido de mi corazón, la sensación de un sudor frío me invadía y la miré directamente a los ojos; ella también lo hizo con la mirada más fría del mundo y solo dijo “o se lo dices tu a mamá o se lo digo yo” (tal cual me lo había dicho Piero horas antes). ¡Qué solo me sentí en ese instante!
Cuando llegamos a la casa de playa; encontramos a mis papás felices disfrutando de la tranquilidad del lugar; miré a mi mamá y no pude evitar que se me empañaran los ojos; entonces le dije a Piero “no puedo” y él entendió perfectamente a lo que me refería. Habló con mi hermana y juntos sacaron a mi mamá de la casa llevándola al malecón. Yo me quedé mirándolos como poco a poco iban desapareciendo en el horizonte, en realidad sentía que me estaba muriendo; que en esos minutos interminables parte de mi vida se estaba esfumando.
Cuando tuve a mi mamá enfrente a solas en su habitación lo único que hice fue abrazarla con todas mis fuerzas y llorar como creo jamás lloré en mi vida; sabía que no solo era yo el que se estaba muriendo sino que también ella lo estaba haciendo. Cuando las lágrimas cesaron y al fin pudimos hablar, ella lo hizo primero “te amo mucho hijito, NADA cambiará eso”…
Lo único que pude decir a mi hermana cuando nuevamente la tuve al frente fue: “ya debes estar complacida; tu voluntad se ha cumplido; ahora respeta la mía, yo le diré a mi papá cuando YO quiera hacerlo, ¿entendiste?”. Mi mamá estuvo de acuerdo.
Pasó mucho tiempo para que yo pudiera perdonar a mi hermana, después de todo es la única que tengo, supongo que en el fondo la defraudé de algún modo; pero ella lo hizo más y lo supo. Al paso del tiempo el destino encargó de cobrarle cada lágrima que nos hizo derramar a mi mamá y a mí ese día cumpliéndose el dicho “del que la hace la paga”. Hoy no puedo sentir rencor alguno por ella, no podría ya; la deuda se saldó.
Me apena contar también que Piero nunca llegó a casarse con ella; quizá no se merecía ser la esposa de un ser tan noble después de todo; el hecho es que en mis recuerdos guardo el mejor de los afectos por Piero y de verdad ruego que sea feliz.
No sé ¡cómo! pude perdonar a Néstor; incluso lo volví a recibir en mi casa algunos meses después; pero así mismo me di cuenta que el cariño que creía sentir por él ya había disminuido; en el fondo le guardaba rencor por haber sido indiscreto a pesar de mis advertencias; ese año dejamos de hablarnos; sufrí su ausencia; era mi confidente; pero también fue mi peor verdugo. Un año después volvimos a comunicarnos; a vernos también; hasta que desapareció totalmente de mi vida y de este mundo. Me cuenta su pareja que sufrió para morir; quizá así tenía que ser. Hace unos días arreglando mis cosas encontré sus cartas, sus recuerdos y sus fotos, que por fin las puse donde debieron estar desde hace mucho tiempo, en mi basurero.
Al final, y solo a manera de consejo me queda decirles que tarde o temprano todo se descubre; si está en tus manos liberarte de la carga de tu sexualidad, bien por ti; lo que sí te digo es que nunca permitas que sea otra persona la que te descubra, sobretodo ante tus seres queridos. Hoy gracias a Dios, mi mamá bendice mi vida y mi relación con mi pareja.
(Escrito por Oberón)